La documentación preservada en los ricos ficheros de los viejos territorios de la Corona de Aragón nos facilita llevar a cabo una intensa aproximación a los practicantes de la medicina de la Baja Edad Media. El estudio prosopográfico permite atisbar con bastante nitidez un mosaico de individuos y ocasiones distintas de asistencia médica y de avance popular alcanzado merced al ejercicio de esta vieja profesión. Desde esta información, tenemos la posibilidad de elegir ciertos casos, en lo más mínimo inusuales, con los que lograremos adentrarnos en un impresionante planeta de ciencia y medicina de base galenista, poco popular todavía por los historiadores en general y el público lector. En un caso así, situaremos nuestro microscopio sobre la localidad de Valencia, vanguardista en legislación y prácticas médicas que se desarrollarán en el Occidente europeo desde el siglo XIII y que pongan de manifiesto esta novedosa forma de comprender la salud y la patología, dentro un contexto de clara medicalización popular.
A lo largo de la Baja Edad Media, solamente va a haber cobertura asistencial estructurada, si excluimos las ayudas económicas que podían proveer las cofradías y corporaciones de oficios a los artesanos enfermos que se habían anotado, o alguna asistencia para enfermos, jubilados y pequeños ofrecida ocasionalmente por los consejos municipales de forma directa o mediante las instituciones hospitalarias. No obstante, cabe rememorar que los ayuntamientos valencianos se preocuparán poco a poco más de asegurar una asistencia médica a los vecinos por medio de la contratación de un médico, físico o cirujano, de prestigio.
Ahora para terminar…
La situacion de Cameron Mott nos enseña que de pequeños disponemos mucha elasticidad cerebral. No obstante, ¿qué sucedería si un adulto perdiese ciertas unas partes del cerebro? Bien, esto es dependiente de qué parte quedara perjudicada. Durante la historia se dieron casos de personas que, tras una grave lesión cerebral, prosigan viviendo.
El mucho más célebre es el de Phineas Gage, un trabajador que en 1848 terminó con una barra de acero atravesándole el cráneo. Si bien logró subsistir, su accionar cambió. Pasó de ser educado a malhablado, y de relajado a impulsivo. Indudablemente, las unas partes del cerebro perjudicadas regulaban puntos relacionados con la conducta, conque, al perderlas, ciertas funcionalidades cerebrales han quedado tocadas.