Parece ser absolutamente nadie sospechaba que hacer un Ministerio de Igualdad que diese sueldo, altavoz y turismo oficial a los que se “formaron en género” en un taller del 15M podía terminar con la aprobación de una ley que rebajara condenas a los violadores. Son exactamente los mismos descreídos, que se autoperciben moderados, los que asisten con desconcierto al espectáculo de soberbia de quien no posee todo, menos de decoro, al culpar a los “jueces machistas” de sus fallos.
Irene Montero y su asesora de Estado, Pam -cuyo nombre es mucho más largo que la capacitación- no han aceptado el fallo doble. Primero liquidar penas a los violadores y más tarde menospreciar el aviso dado por el CGPJ y el Consejo Fiscal, en el informe del trámite legislativo previo del Anteproyecto de ley. Son soberbias pues se saben impunes, capaces. Son víctimas, pequeños dioses de nuestro tiempo. Mujeres que dicen ser un constructo popular y viven del género. No son feministas, sino más bien generistas, distanciadas de la verdad de la mujer que sufrió o padecerá una violación. Son buenas representantes de una agenda ideológica global con gigantes capitales de lobbies. La Ley Trans no se le ha inventado la cabeza llena de estruendos de Irene Montero. Su destino está relacionado a Sánchez, activo en otra rama del propio negocio.
Caceria
Tras el atentado a Anastasio Somoza García se desató una feroz cacería y la opresión militar aumentó en todo el país. Cuando menos 500 personas fueron presas y torturadas bajo supones de conspiración. Edwin Castro, Ausberto Narváez y Corneli Silva, tres de los primordiales integrantes del complot, fueron asesinados a tiros “intentando de escapar” de la prisión 4 años tras su atrapa y otros 12 fallecieron por efectos de las torturas tras salir de las prisiones, entre ellos el periodista Rafael Corrales Rojas. Fueron 21 los procesados en la Corte de Investigación y Consejo de Guerra, y 16 salieron con condenas distintas, introduciendo el directivo del Períodico La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro, sentenciado a 40 meses de confinamiento en el puerto lacustre de San Carlos, Río Santurrón Juan.
El leonés Romualdo Cisneros asimismo estuvo en esta celebración, según su amigo Julio Juárez Solís, la vieja gloria del béisbol. Juárez guarda una carta manuscrita que Romualdo Cisneros le dejó donde cuenta su versión de los hechos y expone una extraña hipótesis del arma que empleó Rigoberto López Pérez.