Antes de leer el libro que la inspira, vi la película: Yo, Pierre Rivière, habiendo decapitado a mi madre, mi hermana y mi hermano… (Francia, 1976, dirección de René Allio) . La obra de salve de los olvidados ficheros, efectuada por Michel Foucault (15 de octubre de 1926-25 de junio de 1984) y un conjunto de trabajo del Instituto de Francia, del mismo título que la película, fue publicada con tres años de previo (Moi, Pierre Rivière, ayant égorge ma mère, ma soeur et mom frère, Éditions Gallimard, 1973, traducción al español de Joan Viñoly, Tusquets Editor, Barcelona, 1976).
La película se hace cargo, más que nada, de la historia que Rivière cuenta en su Memoria, redactada en prisión. No obstante, exhibe pasajes en los que se representan los presentes de autoridades, de vecinos y familiares de la comuna de Aunay, del pueblo llamado la Faucterie, en el norte de Francia, de las diligencias llevadas a cabo por el juez de paz, los interrogatorios en exactamente el mismo Rivière, los tres reportes completados por el médico rural del rincón, el médico psiquiatra al cargo de un psiquiátrico en la localidad y el tercero elaborado por un aparato de expertos encabezado por Jean Étienne D. Esquirol, una excelencia siquiátrica de aquella temporada (quienes, difiriendo del primer dictamen clínico, mantuvieron que Rivière sufría una patología mental).
INTRODUCCIÓN
Examinamos, en España, lo que sobre el término Salud queda recogido históricamente en nuestros Contenidos escritos Constitucionales Promulgados (1), que fueron 5 en el siglo XIX, y 2 en el siglo XX. (En el planeta fue el primero el de EE.UU. en 1787, y el segundo el de Francia en 1791).
.- Nuestra primera Constitución (de signo liberal) fue la de 19-marzo-1812 difundida en Cádiz (La Pepa), de la que en este momento (Marzo 2019) se cumplen 207 años y que tuvo vigencia si bien de manera interrumpida a lo largo de 6 años; (España se halló en semejantes datas entre los 5 primeros Países del Planeta, con Constitución redactada para la historia).
Una reflexión antipsiquiátrica desde el caso de Pierre Rivière.
J. W. Montoya (2006), en el artículo sobre Pierre Rivière, apunta que en el momento en que este confesó por escrito el homicidio múltiple de sus familiares frente a los tribunales, señaló que mató a su madre para dejar en libertad a su madre padre. Según el homicida, su padre era un ser atormentado por su madre. De la misma manera, asesinó a su hermana ya que, según él, proseguía exactamente el mismo sendero que su madre. Y asimismo a su pequeño hermano, hacia el homicidio de este resultar detestado por su padre, y de esta manera liberarle de toda culpa por la desaparición de su hijo: de hecho, Pierre Rivière pensaba ser sentenciado a muerte por haber cometido estos crímenes.
Rivière elucubra que efectúa el acto de sacarle la angustia a su padre al confesar el auténtico fundamento de su delito: liberarlo de una mujer mala y de sus hijos. No obstante, la justicia se ve impelida a crear el móvil inteligente del delito para liberarle de la absurdidad donde había caído. Algo tan execrable no podía ser atribuido al fácil impulso irracional, a un ataque de frenesí momentáneo. Si de esta manera fuera, la justicia quedaría burlada.