Llevar a cabo un relato de una desidia médica es bien difícil, mucho más en el momento en que hay que al accionar de tus colegas médicos, pero mucho más aún en el momento en que la víctima es tu hija. Yo estudié medicina en el momento en que esta era una vocación, en el momento en que los pacientes no eran anomalías de la salud que tratar, sino más bien personas con su crónica individual. En este momento la medicina se transformó en una profesión para ganarse la vida y los pacientes son solo números para llenar tu trabajo. Este criterio hizo que los médicos sean impersonales y los pacientes solo números a atender, con lo que las negligencias son mucho más usuales por la poca empatía de los médicos hacia sus pacientes.
En mi caso, se trató de mi hija Carmencita, que nació hace 23 años, con 28 semanas de gestación, con una malformación cerebral (Chiari I) y también hidrocefalia severa. Requirió ser operada por semana de nacida, para poner una válvula en su cráneo que drenara el exceso de líquido cefalorraquídeo y dejara medrar en el cerebro. Estuvo un par de meses en una unidad de neonatología y después fue mandada a casa con el pronóstico de que sería ciega, sueca y muda, y que jamás andaría.
Niñez y adolescencia
Gregorio Marañón y Posadillo nació el 19 de mayo de 1887 en La capital de españa. A lo largo de sus primeros años de vida tenían sitio en España acontecimientos como la proclamación, en 1892, de las Bases de Manresa, un emprendimiento autonómico catalán, el homicidio de Cánovas en 1897, el objetivo de la Guerra de Cuba, que liquidó las últimos restos del imperio colonial español, o la matriculación del primer automóvil en España, en 1900 en Palma de Mallorca.
Con solo tres años murió su madre, quedando al precaución de su padre, un respetado jurista. En su casa se vivía un ámbito cultivado y, más allá de las ideas conservadoras de su progenitor, se festejaban tertulias a las que asistían amigos del padre de ideas tan diferentes como el escritor Juan Pereda, absolutista de ideas carlistas, Menéndez Pelayo, tradicionalista y intensamente espiritual o Benito Pérez Galdós, republicano y anticlerical. Ya que el pequeño Gregorio se relacionaba con estos amigos paternos y se encontraba que se encuentra en parte importante de sus diálogos, ha podido recibir en estas tertulias las primeras enseñanzas de tolerancia con las que piensa de manera diferente.